viernes, 23 de septiembre de 2011

El Salón ¡ay! el Salón / José Ramírez Pantoja

Decir que el Salón Provincial de las Artes Plásticas está notablemente deprimido es caer en un lugar común, es como retomar los textos que escribimos por lo menos en las dos ediciones anteriores a este XXIV certamen, inaugurado el 17 de septiembre último, que a todas luces deja mucha tela por donde cortar, siendo un misterio aún por desentrañar qué es lo que aquí no funciona correctamente. A nuestro modo de ver, varias causas afloran a la hora de buscar la punta del iceberg, si la promoción de la convocatoria, o la convocatoria en sí misma, si el discreto monto de su único premio, si la falta de interés de los artistas por la cita, pero estos son aspectos que influyen más no determinan, tal vez pudiéramos catalogar como endeble el momento que vive la plástica holguinera. Al echar la memoria unos años hacia atrás, recordamos salones en los que sobre todo abundaba la calidad de las piezas y por lógica al jurado de ocasión le costaba trabajo definir qué premiar. Hoy a la altura de once años después del 2000, sigue costando trabajo premiar pero al inverso, porque entre más de un centenar de obras de unos 33 creadores se hace complejo escoger cuál reconocer por la falta de rigor de las mismas. No es preciso ser especialista de las artes para juzgar este Salón, basta con las herramientas esenciales que le brinda la universidad a una carrera en el campo de la comunicación y las que dejan más de diez años en estas lides del periodismo cultural, y si bien es cierto que abunda la variedad de técnicas en esta edición, abunda también el marabú donde debían florecer violetas. Son escasos y rudimentarios los presupuestos estéticos de la producción artística que quedó como finalista de este concurso —si esto es lo mejor juro que no deseo ver lo desechado—, la profundidad conceptual desde el ámbito del arte contemporáneo también está lastimada y el academicismo como raíz esencial de las artes visuales, brilla por su ausencia. Entonces, con solo estos señalamientos, cómo es posible afirmar en el acta del jurado que “Se aprecia un saldo de calidad superior respecto a ediciones anteriores”, máxime si a continuación puede leerse… “aunque se sugiere mayor rigor en los criterios selectivos a la hora de admitir las obras en competencia.” Más adelante con justeza destaca la participación joven y creo que esto es uno de los exiguos méritos del Salón. Sin embrago, seguidamente plantea: “aunque una cantidad importante de obras en concurso carecen de una riqueza discursiva y una densidad conceptual acorde a la era contemporánea de la creación plástica”, crítica con la que estoy totalmente de acuerdo con el jurado que presidió Aireem Reyes Rubio, subdirectora técnica del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. Dicho jurado, integrado además por los artistas Raciel Suárez González, director del Taller de Grabado y José Ángel Vidal Martínez, presidente de la Sección de Artes Plásticas de la UNEAC, decidieron otorgarle el Gran Premio de la cita a la pieza “Lineamientos y equivalencia” de Ibrahim Ámbar Ricardo, así como reconocer con una mención a la Serie Maquetas de Maikel Domínguez. Lineamientos… según el acta, recibe el premio por “la profundidad en la reflexión sobre un tema cotidiano que genera múltiples lecturas y producción de conocimientos y sensaciones en el receptor, acompañado de una concepción formal, limpia y casi miniminal”. Antes de conversar con su joven autor, confieso que no alcancé a ver ningunas de las apreciaciones descritas por el jurado, con todo el respeto que les debo. Tal vez sea una limitación mía. Vi más los anteriores atributos en la obra agasajada con la mención que a su vez se destaca: —como reza en acta— “Por el nivel de experimentación con los encuadres fotográficos y la elección de un tema que apela a lo sensorial desde una postura desgarradora y visceral”, pero éste es solo mi criterio personal frente al de tres especialistas. Del Salón también sobresalió “Una y tres mujeres”, colografía sobre tela de la joven artista Rosana Domínguez, que se alzó con el premio que concedió la Asociación Cubana de Artesanos Artistas. A nuestro modo de ver una buena elección por parte de la ACAA. Una propuesta sobria y elegante, que apela al discurso del arte contemporáneo. También nos llamó la atención el performance “Escena II (Rezos)”, de Yoxi Velázquez, obra muy rica conceptualmente, llamativa e imponente para la artista que permaneció por espacio de 120 minutos de pie sobre un pedestal rodeado de miel de purga, con un vestido rojo que solo dejaba ver la nariz y la boca de la protagonista. Significando éste performance —único en el Salón— un verdadero espectáculo desde el acto en sí, la miel que provocaba una sensación de estar frente a alguien que se desangraba, asociándose al color del vestido, hasta que el personaje se desmontó del pedestal y dejó las huellas de sus pies marcadas perfectamente en el piso de la sala. Vale el aplauso por esta excelente creación. Más allá de las piezas y propuestas mencionadas, del resto muy pocas cautivan al espectador. No van más allá del intento, se quedan en la retina pero no son capaces de llegar al corazón. Es mil veces mejor que el jurado de admisión establezca la dicotomía de si una obra puede concursar o no porque sea contestataria, porque cuestione, porque ponga el dedo sobre la llaga, porque haga mover los sentimientos y no exponer una pieza fría que no pase de ser “bonita”, y quizás ni eso. Si bien la Institución Arte no es responsable directamente de la producción artística, si lo es en la admisión de obras al concurso, mesa en la que se sentarán los “buenos” y los “malos”, pero definitivamente no puede prevalecer la espina por encima de la rosa. Benditas sean las contradicciones, los conceptos opuestos, los cuestionamientos, la transgresión de la regla si se conoce bien la regla; más no puede ser el Salón lo que hoy es. Inicialmente por la salud del arte que se gesta desde esta ciudad o desde la provincia, luego por el prestigio que engrosa la historia cercana de la institución, por aquello de que no es el mejor ejemplo para los que hoy se forman en las aulas de la Academia. Tal vez dedicarle mayor tiempo a la organización del Salón, repensar su convocatoria o tal vez escuchar criterios sustentados en la experiencia, dejen ver esa luz que añoramos y que siempre va a estar al final del túnel.