martes, 3 de noviembre de 2020
Trump o Biden, la división de un país: “Cuba” / Jose Ramirez Pantoja
Muchas de las personas que conozco y que han vivido procesos electorales anteriores en los Estados Unidos, afirman que nunca antes este trascendental acontecimiento se había dado de forma tan apasionada para bien y para mal.
Lo anterior lo demuestra con creces la alta cifra de votantes que ejercieron su derecho previo al 3 de noviembre de 2020 asegurándose que su voz y su decisión cuente. Pero mucho más, los sentimientos encontrados que ha despertado al punto de dividir familias y romper viejas amistades.
También ha registrado hechos vandálicos que vaticinan lo que podría acontecer como resultado de la inconformidad con el presidente que ocupará la Casa Blanca en enero de 2021. Un gran despliegue militar está listo en todo el país para enfrentar disturbios provocados por esta histórica elección.
Las noticias hablan constantemente de pequeños y grandes negocios que ya han cerrado sus puertas, y han sido asegurados con listones de madera por sus propietarios como si se tratara de la proximidad de un huracán categoría cinco. No creo que estén muy lejos de la realidad pues este proceso ha generado potentes vientos a su alrededor.
Estas serían las primeras elecciones presidenciales que vivo en territorio estadounidense. Siempre las observé desde Cuba como un proceso ajeno, aunque a juzgar por el oficialismo en la isla, el gobierno norteamericano es el responsable absoluto de la no vida que vive el pueblo cubano y, por tanto, el proceso se torna imprescindible para la pequeña nación.
Hace ya varios meses pude avizorar lo que hoy está sucediendo, particularmente con los cubanos que se han tomado tan a pecho las elecciones, que se sienten más americanos que McDonal´s, y lo peor es que muchos ni siquiera tienen derecho a votar.
Cierto es que Trump ha prometido seguir arrinconando al poder en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Como en el caso particular de la mayor de las Antillas, se la ha puesto bien difícil, los cubanos ansiosos de ver restituida la democracia usurpada hace más de media centuria, entonces apuestan todo para que el gran vencedor sea el aspirante por el partido republicano.
Nunca pensé que vería las cosas que he visto en los Estados Unidos al calor de unas elecciones. Creía en esa verdadera democracia que proclama al mundo este gran país. De mis compatriotas, nada me es extraño pues venimos de un lugar en el que las cosas son blancas o negras, no hay matices, esa fue la lección y sin dudas la aprendimos muy bien.
Que ese odio enconado suceda en Cuba para nada sería inusual, al contrario, sería más de lo mismo. Pero que eso suceda en el país que nos ha abierto las puertas acogiéndonos como a sus hijos, es realmente vergonzoso.
No siento que ninguna otra comunidad extranjera haya fomentado tanta división al calor de un proceso tan democrático como la cubana. Si no votas por Trump eres comunista, no deseas la libertad de la patria donde naciste, dicen unos. “Es una rata el cubano que llegó a EU huyendo del comunismo y le dé su voto a Biden”, afirman otros.
Muchos de estos cubanos radicalistas-apasionados están pensando más en el destino de Cuba con Trump o Biden en el poder, que en lo que estos próximos cuatro años podría suceder en América que es el país donde viven hoy. Otros quieren premiar lo que a su juicio ha sido el florecimiento económico de los cuatro años que Trump encabezó la nación.
Ningunos de estos dos motivos deben dar pie a fomentar una división encarnizada incluso entre la propia familia. Valiéndose de la auténtica democracia que se vive en este país, siéntase libre de escoger por quién vota, y nadie tiene derecho a cuestionarlo por ello.
Un amigo que vive en Miami, me dijo en tono bajo y con una risa detrás, “Biden 2020”, y yo me preguntaba: ¿Por qué tiene que ser así? Esto es inadmisible en un país que disfruta de una verdadera democracia, libertad de prensa y de expresión, un país de derechos.
Hace unas pocas horas el influyente diario The Washington Post publicó un editorial cuestionando la gestión de Trump y exponiendo varios puntos de vista de por qué este 3 de noviembre debía vencer el bando azul –color que identifica al partido demócrata-, y no sucedió nada, el rotativo sigue saliendo muy normalmente, ningún periodista fue expulsado ni el mundo se detuvo.
Políticos al fin, Biden y Trump se atacan en medio de la campaña electoral lo cual es válido. Ambos prometen lo que sus posibles votantes quieren escuchar. Los dos intentan acaparar la atención de los indecisos para ganarse el voto de estos, y todo esto es muy válido en asuntos de política. En unos días más el Covid 19 que al parecer llegó para quedarse, volverá a ocupar los primeros titulares y las elecciones ya serán aguas pasadas. Quizás la violencia –ojalá que no- a raíz de resultados no esperados por oportunistas que desconocen el significado de la verdadera democracia, ocupe los espacios noticiosos y mientras, las elecciones irán quedando atrás y todo regresará a esta normalidad anormal que hoy vivimos.
Pero lo que verdaderamente será difícil de retornar a la normalidad, de unir, de reconstruir, son las amistades o los lazos familiares lastimados por culpa de la política. En la modesta opinión de alguien que prácticamente acaba de llegar, que ni siquiera puede votar aún, ofrezca disculpas si es preciso, retráctese. Enemistarse por política o por religión es un absurdo.
Si tú, cubano, tienes esa gran oportunidad de votar por un presidente de los Estados Unidos, dale gracias a Dios que has podido lograr lo que en tu país amordazado y sometido por una vulgar y añeja dictadura, no habrías alcanzado aún.
La fórmula es muy simple. Quieres votar por Trump, hazlo y no cuestiones al que lo haga por Biden. Quieres apoyar a Biden y al partido demócrata, hazlo y no juzgues al que prefiere a Trump y al partido republicano, este gran país te da ese legítimo derecho.
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Los cubanos criticamos la discriminacion por razones politicas pero a veces terminamos repitiendo esta practica discriminatoria.Mientras continuemos perpetuando este mal, no seremos completamente libres.
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