Muy bien puede afirmarse que el cierre del verano en Holguín lo tuvo a su cargo el comediante holguinero (Banes) Roberto Riverón “Robertico”. A teatro lleno se presentó el cómico durante este fin de semana en el Teatro Eddy Suñol con el espectáculo “2 horas y 20 años” como parte de una gira nacional con la que celebra sus primeras dos décadas de vida artística.
Las tres funciones —dos que estaban prevista y una tercera que él accedió a ofrecer dada la cantidad de personas que se habían quedado sin entrada— se caracterizaron por la buena acogida del público, tanto el que estaba sentado como el que permaneció de pie en los laterales de la sala Raúl Camayd. Sin dudas la risa y los aplausos validaron una presentación que dejó mucho qué desear y ajustada más bien para otro escenario.
Creo que esta cabía muy bien en un centro nocturno o en una de nuestras plazas públicas y no en el teatro, en principio por ser este la sede entre febrero y marzo desde el 2014 del Festival del Humor El Satiricón que desde su primera edición llegó para promocionar el humor inteligente, trayendo al Suñol buena parte de lo que más vale y brilla en el ámbito del humor cubano.
Un humor apegado a los códigos del teatro, haciendo reír con la creación artística en ristre y no con la vulgaridad, la chabacanería, el menoscabo de la mujer cubana o el chiste grotesco y fácil, elementos que desafortunadamente constituyen el plato principal del a mi juicio bastante largo espectáculo de Robertico.
Sin el menor ánimo de creernos el ombligo del mundo que para nada somos, ese holguinero que entra habitualmente al teatro espera siempre un producto artístico de calidad, máxime si se trata de una propuesta concebida en los predios del complejo arte de hacer reír, y no lo digo por el hecho de jactarnos de lo que no somos, lo afirmo porque por suerte contamos con excelentes humoristas.
Ahí está el Dúo Cari Care, integrado por la actriz Mireya Abreu y el actor y caricaturista Onelio Escalona, una verdadera institución en el campo del humor cubano, o el joven grupo Etcétera, anfitrión del festival al que hice referencia, entonces poner el teatro a disposición de un espectáculo como “2 horas y 20 años” es en algún modo echar por tierra el trabajo y el esfuerzo de nuestros humoristas porque consumamos un humor apegado al arte y no al facilismo y al mal gusto.
Sin desdeñar al cabaret que tiene muy bien definido su objeto social, ahí hubiera funcionado mejor este espectáculo calzado con un tipo de música que se presta para un centro como ese y no para un teatro, aunque ningún escenario es bueno para burlarse del “pinareño” o el homosexual aun cuando después de soltar la crítica lacerante se diga que el siglo XXI nos acoge a todos por igual.
Usted que me lee o yo mismo podemos hacer reír a cualquiera con un chiste de humor negro o ponerle alegría picante a nuestras calamidades o al manoseado tema de la emigración con el insaciable deseo del cubano de viajar, y no por eso somos humoristas, de ahí que el humor que se muestre en nuestro principal teatro, el más importante escenario de la cultura holguinera tenga que venir avalado por una buena factura artística.
De sobras sé que al menos el 90 por ciento, quizás más, de los que asistieron al espectáculo de Robertico no estarán de acuerdo con mi criterio, y no dejo de reconocer que este comediante orgánico en su proyección escénica domina muy bien la técnica del histrionismo y sabe aprovechar la interacción con el público, sin embargo en vez de poner a su favor tales cualidades ridiculiza sobremanera a ese público que le aplaude.
A mi juicio, lo mejor del espectáculo es que lo recaudado irá a parar a una muy noble causa, los dividendos por concepto de entrada serán donados al Hospital Oncológico de La Habana, pero igual se hubiera podido recaudar quizás hasta mucho más en una plaza pública o en un centro nocturno, cuyo ambiente favorecería sin dudas una presentación como esta.
Todos nuestros artistas merecen el teatro siempre y cuando su propuesta vaya en función del crecimiento espiritual e intelectual del público y no del menoscabo de éste. No niego que me reí con muchos de los chistes como mismo sentí vergüenza de las personas que fueron ridiculizadas y hasta ofendidas entre jaranas, pero al preguntarme qué me aportó culturalmente o como ser humano este espectáculo, la respuesta es contundente, nada.
Aquí vendría muy bien ese refrán que dice “Cada chivo para su corredor”, y en ningún momento quiero dar a entender que el teatro sea exclusivo para una cultura elitista, pero el mérito que a fuerza de trabajo han logrado nuestros humoristas con propuestas auténticas no merece lastimarlo con un espectáculo que como he señalado funciona bien en otro espacios pero en el teatro no.
El humor no puede quedarse en el chiste simplón apoyado por la música, el humor requiere de suspicacia, sagacidad, valentía y sobre todo de inteligencia, ese es el humor que debía priorizar el Consejo Nacional de las Artes Escénicas y ponerlo a girar nacionalmente para que el público cubano interactúe con propuestas artísticas valederas en los predios de la risa.
Reír es un ejercicio indiscutiblemente beneficioso para la salud, como dijo el maestro Charles Chaplin, una sonrisa cuesta poco pero perdura para toda la vida, más si reímos con algo bien pensado y no con la burla esa que nos hace reír un momento fugaz porque casi siempre proviene de lo banal. El teatro debe ser un sagrado recinto para promocionar el arte auténtico y verdadero no lo que se disfraza de éste y el traje le queda bastante grande.
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