lunes, 21 de marzo de 2016

Legítimamente holguinero /JRP

En la noche de este domingo 20 de marzo se cerraron las cortinas del VIII Festival Nacional de Teatro Joven, edición sin dudas para recordar pues presentó, posiblemente lo mejor que se haya visto en estos primeros ocho años, “CCPC” de El Portazo de Matanzas, y a la vez lo peor, “Sangre”, de Punto Azul, de La Habana.
También subieron a escena obras osadas y contestatarias como “Working sin Progress”, presentada por Teatro del Viento de Camagüey, otras con altos y bajos como “El Fantasma”, de Teatro sobre el camino, de Santa Clara y “HP”, del tunero Kaos Teatro, y una puesta de excelencia como Balada del Pobre BB, que trajo Teatro El Público, de la capital.
La organización de cualquier evento por muy simple que este sea, (que no es el caso) demanda del esfuerzo de no pocas personas, muchas de ellas que incluso ponen a un lado responsabilidades a su cargo para dedicarse a la cita, lo cual debe tenerse muy en cuenta a la hora de concebir la edición, es decir, lo que vamos a ver, sobre todo por respeto a aquellos que no escatiman esfuerzos para trabajar y por supuesto al público.
Por primera ocasión en el evento, y de manera muy acertada la danza y el teatro se abrazaron cuando en la noche del viernes 18 se presentó en la sala Raúl Camayd, la obra ABCasino, de Codanza, pieza que como casi todas las de la prestigiosa compañía, beben del discurso teatral. Tal hermanamiento constituye sin dudas provechosa experiencia que sería muy bueno repetir.
Si bien en materia de propuestas en cuanto a las obras que asistieron, el Festival se comportó con decoro, respecto al programa colateral, que en ediciones anteriores se ha demostrado solidez, esta octava dejó mucho qué desear.
Diversos contratiempos que pudieron evitarse con una adecuada organización del evento, hubiera garantizado la llegada a tiempo de los invitados, quienes en buena medida garantizan este tipo de encuentros.
Tal imprevisto empañó el buen desarrollo del programa teórico del evento que tanto provecho puede y debe rendir a los jóvenes teatristas, máxime cuando la cita estuvo dedicado a un asunto tan importante como el diseño teatral. Sin embargo, hay que destacar la calidad de los debates que acontecieron en la UNEAC a destacar, el segundo y último con Jazz Vilá y Nieves Laferté.
Cuestionable e imperdonable si resulta que Holguín como anfitrión no haya estrenado al menos una obra o haya repuesto alguna de las que nuestros grupos tienen en repertorio. En particular, Trébol Teatro, como su anfitrión por excelencia, no puede olvidar la responsabilidad que tiene con el festival.
Comentarios extraoficiales que llegan como aves de rapiña, “dicen” que esta es la última edición del Festival en Holguín, porque “alguien” que se cree dueño de éste desea quitárselo a la ciudad.
Vale aclarar que la titular legítima de este encuentro, que tiene como antecedente el desaparecido Concurso Nacional de Monólogos y Unipersonales “La Vida es Sueño”, no es otra que la Asociación Hermanos Saíz de Holguín la que de conjunto con el Consejo Provincial de las Artes Escénicas y la Dirección Provincial de Cultura, tiene la responsabilidad de mantener un evento que forma parte del Sistema de Festivales de Holguín, cita que deberá contar con todo el respaldo de la Asociación Hermanos Saíz a nivel nacional.
Después que un evento se legitima, que sienta sus bases, profundiza sus raíces, y se hace de un nombre que trasciende al país, se convierte en patrimonio ante todo del público y ningún problema de índole organizativa le confiere derecho a nadie de llevarse lo que en principio no le corresponde ni le pertenece bajo ninguna circunstancia.
Mucho menos ético es aprovechar una determinada posición o cargo para “cargar” con lo que su público y los artistas le han legado al patrimonio de la cultura holguinera.

CCPC-Derroche de Patria

“mírame madre y por tu amor no llores, si esclavo de mi edad y mis doctrinas, tú mártir corazón llené de espinas, piensa que nacen entre espinas flores”. Esta sentencia del más grande de los cubanos, nuestro José Martí, resume a mi juicio, CCPC del matancero grupo El Portazo. Quizás unos vean las espinas, más, muchos más, seguramente vimos las flores.
Qué podrá decir el autor de estas líneas, de una ¿obra?, qué digo una obra, de un ESPECTÁCULO que nos hace reír con la misma facilidad que nos saca las lágrimas desde lo más profundo del alma. CCPC es un derroche de patriotismo, y a la vez desde su misma concepción, una puesta en escena de exquisita estructura dramatúrgica, pensada desde el primer segundo, cuando el espectador aún no ha entrado al “Cabaret” hasta que éste rompe en aplausos para agradecer a Pedro Franco por entregarnos una propuesta de tan alto calibre.
No creo necesario particularizar actuaciones porque todos los actores están a la altura que demanda la pieza. ¿Pero quién pudo aguantar la risa cuando la enfermera-anfitriona Emiliana desde lo más alto de la escalera, explicaba al público “comensal” con corbata CCPC algunas peculiaridades del Convenio Colectivo de este Cuban Coffee by Portazo´s Cooperative? ¿Quién no disfrutó de la sensualidad de bailarinas y bailarines en que se convierte el elenco, o de los transformistas?
El Caligari, mítico escenario de la cultura holguinera convertido a estas alturas en tantas cosas, ahora nos lo presentan como un verdadero cabaret en el que en poco más de dos horas, cantaron Los Van Van, Carlos Puebla, Celia Cruz, Joseíto Fernández…en fin cantó la patria.
También se escucharon en otro ritmo los himnos que han acompañado a más de media centuria de luchas, alegrías, tristezas y esperanzas, pero más allá de cualquier manera de sonar es nuestra música, son nuestras marchas, es el espíritu de esta isla sonora, imagen que nos entrega muy clara esta excelente propuesta que toma lo mejor del teatro musical y lo pone a su favor.
Sea este quizás uno de los elementos que fortalecen el andamiaje de CC… beber de diversas fuentes y salir siempre airosa con su sello propio, gallarda. Loable aquello de subir al escenario con maquillaje y entre luces a la fría y pragmática señora economía con sus complejidades.
Hacer del público un cliente desde el momento en que éste se ve obligado a reservar una mesa por “one fula”, y ya en el espacio-cabaret poder comprar “de verdad” la oferta gastronómica, además de disfrutar de la artística de la que es también protagonista desde la avanzada, así como en los tres bloques con sus respectivos recesos. Es genial como el director supo hacer que el arte sincronizara con tanta naturalidad con la compleja matemática... polos que por lo general se repelen.
Y se habla de un transformismo militante, y es cierto, CCPC pone a los transformistas y a todos a militar en las filas de los que se consagran sobre el escenario… esa GORDA… esa Leonor desdoblada en veterana de cabaret y madre de la patria que con el corazón hecho pedazos ve partir al hijo amadísimo, al “invertido”, al “animal rastrero” como lo llama la miliciana que cambia el revolver amenazante y los huevos que le tirarían al “gusano” por la botella de Coca Cola… que simbolismo,
Y la madre diciendo adiós al que afirma que Patria es Humanidad y se va a buscar su Iphone, y lleva en su maleta un colibrí, un sueño y un danzón, y la historia, esa que nunca se equivoca, lo absolverá… “el amor madre a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas, es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”… ay Martí…ay.
No hay lugar para dudas en CCPC está pensado desde el pi hasta el pa. Cuántas obras grandes habrán pasado por el escenario del Teatro Joven, unas buenas, otras no tanto, pero pasan y se van al rincón del olvido, pero qué difícil será olvidarnos de ésta, CCPC se quedará grabada como un tatuaje al que hay que darle candela para borrarlo de la piel y ni así desaparece.
Gracias Pedrito por regalarnos —cómo puedo ser tan egoísta de hablar en primera persona— Gracias Pedrito por regalarle a la cultura cubana una verdadera obra de arte en la que los conceptos teóricos del milenario arte de las tablas, se legitiman de manera brillante con lo que vemos sobre la escena.
No creo haber sido el único al que se le hizo en más de una vez un nudo en la garganta y que las lágrimas brotaron incontenibles de los ojos, y es que, CCPC nos tocó en lo más profundo de nuestro ser, porque cuando la Patria llama el corazón responde, porque la Patria definitivamente para los cubanos es Martí, es Elpidio Valdés, es Celia Cruz, son Los Van Van y es también aquel que se fue y la sigue amando.